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Captura del corto francés ‘Au bout de la rue’ (Al final de la calle)

Volver a casa en Perú

Publicado: 2017-12-08

Salgo del trabajo a las 8:30 pm. Camino aproximadamente 5 cuadras a través del centro de la ciudad hasta el paradero donde tomo un colectivo para llegar a casa. Casi todas las noches me detengo en una tienda que queda a una cuadra del trabajo para comprar un cigarro, y camino luego fumándomelo.  

Ha habido varias ocasiones en las que he encontrado en la tienda, gente tomando cerveza, en todas esas ocasiones los hombres presentes me han acosado de muchas formas: Han hecho bromas que fingí no escuchar, se han referido a mí en términos vulgares, me han dirigido la palabra con apelativos cariñosos, me han ofrecido cerveza, pagarme el cigarro, encendérmelo, acompañarme…

Hay noches en las que camino hasta casa sin que ningún sujeto me moleste o haga el ademán de lanzarse sobre mí. En los semáforos, algunos taxistas me ofrecen viajes gratis, de manera insistente me hablan y hasta me han escupido por la ventanilla al no obtener respuesta.

Algunos hombres con los que me cruzo me miran de forma invasiva tratando de establecer contacto. Si los miro, en respuesta dicen cosas o intentan acercarse. Hay noches en que mirar el piso delante tuyo es la opción más segura. Una noche cualquiera conté las veces que respondí “calla mierda” cuando alguien me molestó y fueron un total de 9 veces en un recorrido de 10–15 minutos caminando ligero.

Seguramente se preguntan por qué no dejo de entrar a la tienda cuando hay gente tomando dentro, me lo he planteado; alguna vez me detuve un poco antes de ingresar y luego dije ¿Por qué no entrar? ¿Por qué una simple tienda tiene que ser un espacio restricto por la presencia de hombres?, tengo tanto derecho de estar ahí como ellos, y aunque eso no genere un cambio en la percepción que tienen sobre mí (porque sigo siendo en su imaginario limitado “carne para su consumo”) hacerlo supone una diferencia entre hacer lo que quiero y restringirme por miedo.

También podría empezar a plantearme tomar taxi para no caminar tanto, o ¡ya qué…! dejar de trabajar para no salir. Muchas mujeres, se los puedo asegurar, han interrumpido actividades en su vida por el temor al acoso.

Seguiré teniendo noches y días en general tranquilos, y tendré también de los otros en los que me desesperaré por lo insoportable del acoso, porque es agotador, se te voltean los ojos de forma automática o te encojes de miedo interna o externamente ante los más atrevidos y que invaden tu espacio agrediéndote de forma explícita. “Bota el cigarro, mierda” también me han dicho y es algo que me atrevería a apostar que nunca se lo dicen a un hombre. Si yo fumo en la calle, y respondo e insulto a los acosadores, ese simple acto ya es trasgresor, porque desafío con mi actitud el status quo y eso no está bien en una dama.

Estoy segura también de que llegará el día en que el camino de una mujer saliendo de su trabajo para tomar el transporte que la lleve a su casa (cuya historia es otra cuestión) sea tranquilo, con riesgos que una persona común atraviesa, como el temor a que te atropelle un mal conductor, o que te roben, o tropezar y caer. Confío en que algún día los hombres que me cruce en mis caminos me miren como a una persona y no se atrevan a hacer o decirme nada que no harían o dirían a un hombre.

El Feminismo es la idea radical de que las mujeres somos personas.

Texto original de Kem Kemper


Escrito por

Kem Kemper

Devoradora de libros y de diferentes formas de arte, Feminista declarada hace poco, pero rebelde con causa y justa razón desde siempre.


Publicado en

soyaukasisa

Comunidad feminista.