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Mujer ambulante - Photo Internet

Explotación de Género

Publicado: 2017-12-06

Desde que existe la sociedad como un conjunto de personas cuyo núcleo más pequeño es la familia, la mujer ha sido la persona sobre la que se designaron las funciones del cuidado de los demás. Las tareas reproductivas no solo implican gestar y parir, sino también la atención, las tareas domésticas, el mantenimiento de la casa, hacer funcionar la maquina de peones. 

Actualmente el trabajo mal llamado de “ama de casa”, porque de amas nada, significa brindar cuidados, atender las necesidades de otros, principalmente de quienes salen a trabajar en un sistema que enriquece a unos pocos y explota a las grandes masas; la mujer provee de obreros y les proporciona los servicios sin los cuales no podrían trabajar al nivel productivo en que lo hacen. Aún cuando la mujer tenga un trabajo este será en la gran mayoría de casos uno informal, sin prestaciones, ni seguro y sobre todo sin un fondo de pensiones que le asegure una vejez sin apuros económicos, la salud pública es deficiente por lo que los adultos mayores terminan siendo una responsabilidad adicional para las hijas y los hijos cuando estos son adultos y tienen sus propias familias. La gran mayoría de esas situaciones también recaen sobre las mujeres, como las cuidadoras de la humanidad, el deber de hacerse cargo de los ancianos padres ha sido y es de las hijas, lo que constituye una forma más de opresión, con el resultado de agotamiento y empobrecimiento. Esa madre anciana fue una ama de casa que todos los días de su vida trabajó para otros, una ama de casa que nunca tuvo las condiciones mínimas que cualquier trabajador debe tener.

El Estado no tiene una política pública adecuada para reconocer el trabajo doméstico como lo que es ahora, una forma de explotación que se repite en cada generación y sigue alimentando un sistema que reparte los recursos de forma preferencial para los poderosos y de forma selectiva para los menos favorecidos. Las mujeres peruanas somos más desempleadas en relación a los hombres, no existe una corresponsabilidad en las labores domésticas y de crianza; así que la mujer que decide trabajar fuera o hacerlo de una manera formal y más exigente tendrá que imitar el modelo masculino y subemplear a una hermana, que a menudo es una mujer migrante que llegó a Lima para “progresar” y de pronto se encuentra en una linda casa siendo esclavizada los 7 días de la semana, con un fin de semana al mes libre, y si es muy afortunada unos jefes que se ajusten al mercado y le den los beneficios laborales legales. Si no lo hace tendrá que manejar una “doble presencia” que resulta también en una forma de opresión. Y claro, no hay de otra dirán; pero si la hay, el Estado debería velar porque todas las mujeres del país desde que son niñas tengan condiciones de vida adecuadas y sus derechos sean respetados.

En las zonas rurales hasta donde el gobierno es incapaz de llegar las niñas son prescindibles en la escuela y el trabajo asalariado, desde pequeñas se les imponen las tareas de reproducción, las “roban” siendo niñas en muchos casos aún, acabando en otra localidad o en la misma reproduciendo exactamente el mismo círculo de explotación de género; porque de eso se trata exactamente. En las zonas urbanas se repite la historia de un modo más “sofisticado”, pero se trata de lo mismo: parimos, criamos y brindamos amor, comida, casa limpia a los obreros del sistema capitalista. Con suerte nuestros hijos podrán no ser obreros en el campo para serlo en una oficina.

Es hora de cuantificar de una manera adecuada el trabajo doméstico, hay que propiciar la corresponsabilidad de la crianza, aliviar la carga en los hombros femeninos, diversificar las funciones de paternidad y maternidad, hay que abolir los estereotipos que nos colocan a nosotras al cuidado de absolutamente todos, hay que reconocer y asegurar una vejez sin apuros para esas mujeres que durante toda su vida se dedicaron a criar, proteger y cuidar; no es solo tarea de hijas e hijos (principalmente de ellas), sino del Estado, y de hacer llegar estas políticas públicas con ejecuciones rápidas y ejemplares hasta las zonas más alejadas histórica e inhumanamente olvidadas.

Texto original de Kem Kemper


Escrito por

Kem Kemper

Devoradora de libros y de diferentes formas de arte, Feminista declarada hace poco, pero rebelde con causa y justa razón desde siempre.


Publicado en

soyaukasisa

Comunidad feminista.