Al día siguiente del #Censo2017 K* y yo salimos de casa y nos paramos en una esquina para esperar un colectivo que nos llevara al trabajo. 

Habían dos hombres hablando, nos detuvimos de cara a la pista para esperar nuestra movilidad, tuvimos que esperar 5 minutos más o menos, K* quiso soltar mi mano, pero no la dejé y se quedó en silencio masticando su enojo mientras veía los autos pasar.

Entonces pude escuchar lo que hablaban detrás de mí:

-¿Has visto que le están haciendo chongo al patita que le escribió a la chica que había censado ayer?

-¡ptm! ya no se puede gilear a ninguna germa porque al toque te pueden denunciar por acoso.

-sarta de enfermas…

Todo eso mientras sentía sus miradas en mí. Apreté la mano de K* y la puse delante para que ni siquiera pudieran mirarla, escuché otras quejas, más de lo mismo, de cómo les incomoda que lo que han hecho por mucho tiempo ahora se llame por su nombre.

Estas reacciones son una arista de esa reacción en forma de erizo que punza y es reactiva. Los hombres de nuestra sociedad están acostumbrados a muchas cosas que normalizadas, pasaban por alto, pero que ahora denunciadas, los ponen en la peligrosa situación de cuestionar los privilegios que supuestamente no tienen.

Hay quienes se han sumado a la lucha en el verdadero papel de un aliado, desde su trinchera y sobre todo con sus congéneres. Pero hay quienes, y son lamentablemente la mayoría, consideran al Feminismo un cáncer, lo peor de la sociedad, etcétera.

El Feminismo causa incomodidad en la medida en que más tengas que prescindir de tus privilegios.

Ahora, estas reacciones están siendo agresivas, ácidas, intimidantes, recurrentes en la violencia solapada de la que muchos hacen gala.

Hay que entender la opresión como un sistema muy bien engranado en nuestras acciones cotidianas, no significa que el hombre salga a la calle y diga: “Tú mujer, ser inferior, unga unga”, pero cuando está en la vía publica le habla a mujeres que no conoce, invade sus espacios personales, agrede y hasta toca sin permiso por mencionar lo mas cotidiano, “normalizado”.
Ese mismo hombre llega a su casa a pedir atención como un rey después de acosar mujeres, no piropear, a una desconocida.

No puedes piropear ni “gilear” déjate de sonseras que para eso no estamos, no existimos para la recreación de tu retina y entrepierna, extirpa esa idea de tu cerebro y escroto y habremos dado un paso adelante.

Las mujeres en la calle y en los demás aspectos de nuestras vidas somos objetivizadas en base a nuestro cuerpo y valores asignados según connotaciones estereotipadas y sexuales.

Así se nos encasilla o segrega de acuerdo a que tan tirables seamos, el respeto que recibimos no es la que un hombre le brinda a otro sino el resultado de todas las evaluaciones que personalmente haga sobre nosotras, por ello somos acosadas, se nos responde mal en comparación al trato que recibe un hombre que dijo lo mismo, ciertas labores en nuestras manos son comunes y extraordinarias en las de un hombre, etcétera.

Estas acciones a veces inconcientes son llevadas a todos los ámbitos de nuestras vidas, profesional, académico, científico, legal, sexual, etcétera.

La sociedad peruana está experimentando una revolución, la dirección será la misma, pero depende de todos qué tan rápido se desarrolle esta, no está de más decir que toda esa resistencia es muestra de qué tan afincado está el machismo en cada uno de ustedes.

Te hablamos todas ahora.

La colegiala sobre la que te refriegas, la extraña a la que “gileaste”, la mujer a la que llamaste puta por no querer tener sexo contigo, la que descalificas por su sola apariencia, la que endiosas solo para obtener placer, la que subestimas en el trabajo, esa a la que mandas a cerrar las piernas y a cuidar a su “bendición”, somos la que escapa de los moldes y de tu autoridad moral, la que escoge ser para si misma todo de lo que tienes insano apetito, somos la mujer a la que le miras el culo mientras desbordas mierda de otras mujeres.

#Soy Aukasisa

Texto original de Kem Kemper